En cada región siempre hay un país que ejerce un liderazgo, que prevalece por distintos rasgos y ventajas que permiten situarlo, incluso como ejemplo, por encima de los demás. Existen numerosos casos donde los líderes regionales logran conducir al resto no solamente desde una perspectiva económica, sino también desde un punto de vista político y cultural. De este modo, consiguen delinear criterios y normas para que otros países puedan desarrollarse con éxito.
A nivel global encontramos ejemplos como el del continente asiático, donde en un principio Japón fue el gran generador de este liderazgo, una superioridad que más tarde continuó Corea, seguida de China y Taiwán, entre otros. De igual manera, fue posible observar en Europa el gran posicionamiento de Alemania, seguida de Inglaterra, Francia e Italia, por mencionar algunas de las economías que continuaron este proceder histórico.
Por ello es destacable que Brasil haya asumido su liderazgo en nuestra región. Este es el espejo en el que debemos mirarnos como país. Tener un vecino de estas características, con el potencial de guiarnos por la senda correcta, implica contar con un camino, una estrategia y un modelo de desarrollo ya probado y con resultados exitosos.
En Brasil el proceso de desarrollo industrial fue tan importante que hoy, más allá de las turbulencias que debió superar este país, representa el 34 por ciento del producto bruto interno. A fines comparativos, podemos contraponer la situación de la Argentina, donde la actividad manufacturera equivale al 17 por ciento del PBI.
Se trata de un dato clave en este camino de aprendizaje que plantea la proximidad geográfica y sociocultural. Como primera revelación, da cuenta de la viabilidad de un modelo industrial con baja inflación y profundo orden macroeconómico, evidenciando así que la suba de precios no se vincula de forma inexorable con el mundo empresarial.
Asimismo, mirar a Brasil nos convoca a imitar un camino en el que se trabajó profundamente en la productividad y la competitividad sistémica. En esa línea, el país vecino puso en marcha elementos fundamentales: En primer lugar, llevó adelante una verdadera revolución educativa, para justamente mejorar la calidad laboral. Con esta premisa, formó y preparó a 75 millones de personas, quienes hoy en día cuentan con las habilidades necesarias y conocimientos para aplicar en su espacio de trabajo.
Por otro lado, mantuvo una profunda política de financiamiento en favor del sector industrial, con valiosos elementos como la creación de un banco nacional como el BNDES, que actuó como agente de desarrollo y una de las principales herramientas de política pública para la expansión de la industria y la infraestructura brasileña. Se añade a esto, el aporte de los bancos regionales y estaduales, que complementan las herramientas del BNDES con financiamiento a largo plazo y a tasas competitivas para que el sector industrial invierta, crezca, innove y se desarrolle.
Otro elemento esencial a observar en este espejo regional es la necesidad de adecuar el sistema impositivo y de instrumentar legislaciones laborales que se adapten a las nuevas tecnologías, a los nuevos puestos de trabajo y que eliminen los desincentivos a la generación de empleo formal.
Fue de esta forma que Brasil logró un crecimiento exponencial: con una macroeconomía ordenada y baja inflación, con el empuje de la revolución educativa, una legislación laboral moderna, financiamiento a largo plazo, tasas competitivas para inversión productiva y también con sistemas impositivos que incentiven el crecimiento y las exportaciones. Políticas de estado que han logrado la continuidad a lo largo de los años y los distintos mandatos.
Con estas políticas, el país vecino es un gran norte que nos marca hacia dónde debemos ir. Sostenemos que la Argentina aún tiene que aprender mucho y terminar con los contratiempos que provoca el debate eterno entre posiciones extremas, así como superar la grieta que hace oscilar todo entre procesos inflacionarios, liberales, proteccionistas, de apertura etc. Tenemos la tendencia a caer en debates estériles e inconducentes, debates antiguos, en vez de mirar lo que sucede al otro lado de la frontera.
Aún a pesar de las diferencias, tenemos mucho que trabajar en común con foco en la competitividad y la productividad de ambos países, particularmente en cuanto a inversión en infraestructura para la reducción de costos energéticos en la producción. Esta es una meta que podemos alcanzar mediante la construcción de gasoductos. Y sobre esa base, será crucial disminuir los costos logísticos, así como invertir en puertos y rutas, a fines de contar con un flujo de comercio del menor costo posible.
Ante este escenario, el gran desafío que tenemos es la integración, acaso un proceso lento, a transitar sin prisa, pero también sin pausa. Como lo definió el presidente, Lula da Silva, una integración regional, puertas adentro del Mercosur, pero también hacia afuera con la UE y con todos los bloques internacionales estratégicos. Deberá hacerse de forma orgánica, sector por sector, para no afectar ninguna cadena de valor desarrolladas tanto en Brasil como en Argentina. Tendrá que trascender la esfera económica y permear el ámbito educativo y cultural.
En definitiva, al hermanarnos se nos marca un rumbo y al mismo tiempo surge la opción de replicar para fortalecernos y fortalecer la región con mayor desarrollo y alta capacidad industrial. Es momento de seguir el liderazgo brasileño y poner en práctica el modelo que nos propone como espejo. Tenemos una oportunidad para situar estos objetivos en agenda y alcanzarlos de manera conjunta. Tenemos que integrarnos para ser más competitivos y potenciar nuestras fortalezas.
